viernes, 19 de octubre de 2012
Casi sábado
Estaba poniéndome los pantalones del pijama cuando sonó el timbre. Las seis de la mañana, que horas tan intempestivas para llamarme. Hacía un rato que todos se habían marchado, así que supongo que algo no había salido bien. Era Fernanda otra vez. Tacones, una trenza, vestido verde y un desconcertante bolso amarillo. Y esos ojos que apuñalan.
-¿Qué quieres ahora? ¿No tienes dinero para un taxi?
-Entre otras cosas, pero mi bienestar económico no es importante esta noche
-¿Qué te ha pasado?
-Que me han dado calabazas
-Eso es nuevo
-Y tanto, y no ha sido un aquí te pillo aquí te follo, nada de eso, esto lo estaba planeando, llevo tiempo hablando con ella, insinuando y tonteando. Esta noche era era perfecta: alcohol y lluvia
-Entiendo, querías llevártela a tu nidito de amor
-Al mio, al suyo o al tuyo
-¿Y como es que te ha dejado así si ya estaba todo apalabrado?
-Supongo que es porque de esas personas que prefieren callar a ser calladas
-Siempre creí que suplíais las carencias sobre la perpetuidad de la especie con una promiscuidad galopante
-Y yo también... pero creo que ella en verdad quiere un chico que la quiera, y no estaba suficientemente desilusionada como para acostarse con otra chica
-Siempre me ha echo gracia que te gusten las chicas raras
-Tu eres al que te chiflan
-Lo dices como si fuera algo malo
-Y lo es
-Vamos a la cama, anda
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