Sé Friki

lunes, 28 de septiembre de 2009

lunes, 14 de septiembre de 2009

Tren del sueño


No se si os habéis dado cuenta de que la mayor parte de las tías están buenas. Tal vez sea yo, que estoy muy solo, o son ellas, que son unas zorras que van provocando con su contoneo, sus guonderbrás y sus pendientes de aro. De acuerdo, me atraen las garrulas, pero eso no viene al caso. El caso es la chica del tren.

Como algunos sabéis ya estoy en Valencia City, terminé los exámenes de Septiembre y ayer, Lunes, empecé las clases. Monté en el tren el Domingo para llegar a Valencia City yo solo, o prácticamente solo, los de caminos somos unos pringados, porque nadie más empezaba las clases. Me senté en unos de esos asientos azules, me coloqué las gafas de sol, los auriculares y me puse a dormir.

Me despierto. No se porqué. Noto algo en la pierna y noto la saliva en la comisura del labio, llevo todo el viaje babeando. Abro los ojos y delante de mi hay una chica sonriendo. Me da una patada. Me quito las gafas.

-¿Hola?
-Hola

Y me da otra patada.

-¿Qué estás haciendo?
-Despertarte, es que va a venir el revisor

Miré hacia los lados y no había nadie, solo ella y yo en el vagón de tren. La vibración de la lata con ruedas que es el regional hacía que me castañearan los dientes. Aun estaba dormido. ¿Qué estaba pasando allí?

-No hay nadie
-¿No?
-No
-Ah, pues, entonces te despierto porque me apetece

Era morbosamente hermosa. No era una diosa de marfil o ébano, pero para hacerme dudar bastaba. Morena de pelo y blanca de piel, los ojos eran aguas negras, que brillaban. Sus pechos subían y bajaban con la respiración. Mas tarde me di cuenta de que no era para tanto, pero en ese momento no tenía sangre en el cerebro.

-Me estoy perdiendo
-Si quieres puedo buscarte y encontrarte
-¿Te estás desabrochando la camisa?
-Te molesta
-Mas bien me incomoda
-¿Y también te incomoda que me toque?

Se desabrocho el botón de la falda y bajó una pequeña cremallera. Los dedos vestían 2 anillos de plata que se perdieron entre sus bragas. Sacó la mano mojada y se abalanzó sobre mi cuando el revisor me despertó.

Tras enseñarle a duras penas el billete reparé en la mirada de la chica que tenía sentada enfrente. Me miró a los ojos sonriendo y luego desvió la mirada a mi entrepierna para mirarme a las pupilas y reírse. Había tenido una erección.

Puto regional.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Dormir


Se pasaba la vida durmiendo de sofá en sofá y de cama en cama. Vestía un pijama blanco con rebordes amarillos, casi dorados, y unas zapatillas de andar por casa azul marino de tela de toalla. Siempre tenía ojeras y lloraba cristales, por eso tenía los ojos rojos.

Siempre tenía sueño, y cuanto mas se abandonaba entre las sábanas mas trabajo le costaba despertarse de sueños confusos pero intensos. No dormía seguido, dos horas, luego se revolvía incómodo, buscando la cara fresca de la almohada, luego otras dos horas.

Se levantaba para comer, pero no comía, pocos días cenaba. Fumaba mucho, él decía que no solo de pan vive el hombre, puede ser. Soñaba mucho también. Soñaba que no soñaba, que vivía tan intensamente como una cerilla medio segundo después de encenderse, que amaba, reía, lloraba y sufría. Soñaba que se paralizaba por el miedo y que se afeitaba y de debajo de la negra pelambrera había una cara desconocida, que no solo era esos pozos tiznados que tenía por ojos.

Se convencía a si mismo que todo no importaba nada, que podía pasar su vida en casa, fumando, durmiendo y casi sin comer. Oyendo el ruido de los coches y de los jóvenes borrachos, de las chicas guapas y de sus vecinos ecuatorianos. Pero no escuchando.

No se comunicaba con nadie, ni por teléfono, ni por Internet y ni cara a cara. Era un fantasma. En las noches sin ruido solo se escuchaba su lento respirar y el gemir de la cama.

Lo encontraron muerto, ocho años después de que muriera, por pura casualidad. En su casa solo había una triste cocina con pan duro como el acero, un salón con un sofá y una tele rota y su habitación con una cama, con millones de sábanas y una gran almohada. El polvo lo cubría todo como los restos de una lluvia de ceniza de mil años de duración.