domingo, 27 de mayo de 2007
Vainilla
Todo ocurrió en una cálida tarde de Mayo.
Había quedado con ella en el portal de su casa, ella estaba allí, puntual, como siempre.
El vestido, irrelevante. Sus curvas, no importaba.
Paseamos por el centro de la ciudad, despacio, hablando distendidamente sobre las minucias de nuestras vidas. Contando las buenas nuevas y las que no eran tan buenas ni tan nuevas.
Me fijo en otras chicas al caminar. No estoy muy seguro de lo que estoy haciendo, me siento extraño. Se que algo va a ocurrir, con ella siempre ocurre algo.
Llegamos a nuestro destino. Esa cafetería siempre me pareció extraña. Es un buen lugar, de gente moderna, gente de mundo. Yo no creo encajar muy bien allí. Esos sitios los temo mas que los disfruto.
Nos sentamos en una mesa con dos sillas y una vela. El camarero viene, es un chico joven, inexpresivo. Debe de ser una vida aburrida el ver la gente pasar, escuchando el sonido de las monedas, las risas de las chicas que van al café, sus miradas.
¿Qué queréis tomar? -Pregunta el camarero. Una cocacola ligth -Dice ella. Yo no se lo que pido, es como si no estuviera allí.
Ella me cuenta su vida. No me interesa lo mas mínimo.
La iluminación se atenua un instante y todo queda ilúminado con luces rojas. Tal vez esto quiera decir algo -Dice ella mientas me mira y me sonríe con esa expresión de complicidad, su cara es un libro abierto a quien sea capaz de leerla. Yo bebo un poco. Despues todo es un remolino.
Vuelvo andando a casa. Veo la gente pasar, muchos de ellos con pareja. Veo a dos tipos besandose en una farola. El ruido de los coches, las sombras de los edificios.
Llego a casa, me quito la ropa y la tiro a la labadora. Me ducho. Me siento sucio, por mucho que me frote no se va a ese olor.
Ese olor a vainilla que tanto odio.
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